La otra Navidad: la de la vida en pobreza
- globaloaxaca
- 26 dic 2018
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Su andar ya es muy lento; su figura encorvada por el paso de los años, lo es más por la carga que lleva en sus manos: una caja de cartón forrada y una cubeta. Cándida tiene 74 años y como todos los días, hoy también recorre las calles de las colonias cercanas a su vivienda para vender tamales.
Ella sabe que la Navidad está muy cerca y en vísperas; quizá su venta no sea la mejor, hace tiempo no lo es, pero no cesa en su esfuerzo.
"Los pobres dormimos en Nochebuena"
Su vida no ha sido fácil, es la segunda de dos hijos, nació pobre y morirá igual. Su familia se ha extinguido y solo queda su hijo, un hombre mayor que nunca se casó, debido, dicen quienes la conocen, a su adicción al alcohol, aunque ella lo niega.
“Somos los dos, él también se fue a vender igual que yo, pero a otro lado; es bueno, pero nunca se casó, no toma ni se droga; créame, sí me ayuda”, asegura.
Al hablar de la Navidad, Cándida esboza una sonrisa que más es el preludio a las lágrimas, abre la bolsa de su mandil y busca en el fondo, como contando las monedas que lleva ganadas; suspira y dice con tristeza:
“Nosotros los pobres dormimos en Nochebuena; a lo mejor alguna vecina nos regala un taco o alguna amistad nos comparta algo; si vendo un poquito, tal vez alcance para unos huevitos”.
Su memoria no guarda recuerdo alguno de una cena navideña y en familia; mucho menos de algún regalo recibido; el único recuerdo presente es la lucha cotidiana para sobrevivir y frente a ello, el derecho de gozar estas fechas se anula.

Ni regalo, ni mamá
Panchito no ha sabido nunca quién es Santa Claus, ni los Reyes Magos, y aunque en su recorrido diario por las calles de la ciudad mira los adornos navideños, jamás ha visto uno en su humilde hogar. Él no conoce a sus padres, su madre murió cuando nació y de su padre no sabe el paradero.
Está a cargo de su abuela materna que trabaja como acomodadora de taxis colectivos en la Central, apenas gana para comer y en condiciones precarias.
“A veces me ha tocado un juguete de los que pasan regalando en la colonia donde vivo, pero no he visto a los Reyes Magos; mi abuelita dice que sí existen, pero que somos muchos niños en Oaxaca, por eso no les alcanza para todos; yo creo que un día me regalarán algo como ver a mi mamá”, comenta.
Panchito cenará con su abuelita y su tía Elena que estudia y trabaja para ayudar con los gastos; su abuela juntó para comprar un pollo y un refresco, y será la primera vez que lo haga en sus 8 años de vida.
Pobreza extrema nubla Navidad
En Oaxaca, un millón 87 mil personas viven en pobreza extrema, según señala el Informe Anual de Pobreza Extrema y Rezago Social de la Sedesol 2018; el rezago social es muy alto y ello se refleja en la cantidad de personas de diferentes edades que deambulan por las calles, buscando alternativas para obtener ingresos.
Para ellos y ellas, la celebración navideña es un sueño que nunca han podido cumplir.
Navidad, mensaje de solidaridad y amor
En medio de la pobreza, el 25 de diciembre, según relata la historia cristiana, llegó a este mundo el niño Jesús, nacido en un pesebre, con el rechazo de quienes se negaron a dar cobijo a sus padres para el alumbramiento.
Aquel niño, es el refugio de quienes este día viven la otra Navidad en Oaxaca, aquella en que el frío y el hambre son su compañía, una fecha en la que muchos, como Cándida y Panchito, han recibido la Navidad igual que Jesús en aquel entonces; solos, en el abandono, sin dinero y en espera de un milagro que les permita seguir sin vencerse.
En algunos casos, la solidaridad se hizo presente en la Nochebuena; algunas organizaciones y familias recorrieron la ciudad para llevar alimentos, regalos y un mensaje de amor a los más necesitados, pero el esfuerzo es insuficiente.
Vivir con esperanza, la mejor Navidad
Carmela despertó esta mañana y lo primero que hizo fue agradecer al cielo por la vida; enseguida salió rumbo a la calle a vender sus chicles.
“Mejor Navidad que esta no puedo tener; estoy viva y a mis 67 años todavía tengo cuerda; no cenamos un manjar, pero nos alcanzó para frijoles y tortillas, porque lo que hay que celebrar es que Dios no nos abandona, mucho menos a los pobres; si no vea, estoy sana, vivo en paz y aún tengo esperanza, eso no lo compra el dinero”, puntualizó.
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